viernes, 30 de agosto de 2013

Del origen y descomposición de los grupos de autodefensa de la UPOEG.

30-08-2013 10:28:46 Averígüelo Vargas. Guerrero ha vivido en los últimos meses un proceso acelerado en el que surgieron los grupos de autodefensa en respuesta a la presencia de la delincuencia organizada en numerosos municipios, ya que se dio un “efecto cucaracha”, por el cual esos grupos emigraron de ciudades como Acapulco y Chilpancingo a municipios con menos policías, donde la vigilancia era menor, pero con la posibilidad de realizar secuestros de las gente rica de la localidad, además de recurrir a las extorsiones y asaltos a comercios y domicilios.


Las fuerzas de seguridad pública, como policía estatal y la federal que ya tiene tiempo en el estado, más el Ejército y la Marina seguían en las poblaciones mayores y los destinos turísticos, de modo que no había quien auxiliara a los municipios donde se incrementó la delincuencia.


La CRAC (Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias) ya estaba asentada y daba bueno resultados en San Luis Acatlán, desde hace 18 años, de modo que la gente de otros municipios buscaron seguir ese ejemplo y surgieron los grupos de autodefensa armada, que se integraron en la UPOEG (Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero), que también empezaron dando buenos resultados, como en Olinalá, Ayutla, Tecoanapa, Tixtla y otros lugares, que en un primer impulso lograron efectivamente frenar las acciones de la delincuencia organizada.


Incluso, el gobierno del estado les dio su apoyo y les entregó uniformes, algunos vehículos para sus coordinadores y hasta apoyo económico mensual, para que cubrieran sus necesidades de desplazamiento y otros, pero se les hizo ver que sólo podrían manejar armas menores, que su campo de acción era únicamente la comunidad en la que surgieron y que los detenidos por delitos graves deberían ser entregados a las autoridades ministeriales para que se les procesara de acuerdo a derecho.


Todo parecía marchar bien, hasta que los irresponsables integrantes de la CETEG los convencieron para que los apoyaran y se involucraran en cuestiones políticas, lo que de ninguna manera les correspondía. Los hicieron marchar armados hasta Chilpancingo y en el camino se encontraron por primera vez con el Ejército, que sólo los vigilaba.


Hubo grupos que se mantuvieron con bajo perfil y cuidando respetar sus limitaciones legales, pero otros pensaron que estaban llamados a hacer la revolución y a extender sus acciones hasta convertirse en fiscalizadores y vigilantes de las autoridades municipales y estatales, como ocurrió en Olinalá, Ayutla, Tecoanapa y Tixtla, principalmente.


Pensaron que habían rebasado a las autoridades municipales, que estaban por encima de ellas y empezaron a tonar acciones fuera de la ley y a detener a gente por simples sospechas o denuncias interesadas y no comprobadas, aparte de apresar a gente inocente por capricho de los dirigentes.


Lo peor fue que también pretendieron que el Ejército se sujetara a sus caprichos y llegaron al exceso de retener y bloquear a un convoy militar en El Pericón, Tecoanapa, por más de 36 horas, situación que no se convirtió en una tragedia por la gran responsabilidad y tolerancia con que actuaron los mandos castrenses que iban al frente de esa columna.


Esa fue la gota que rebasó el vaso de la tolerancia y la ayuda de las autoridades estatales y federales y se citó a los dirigentes de la UPOEG en la Secretaría de Gobernación, no para dialogar, como pensaban ellos, sino para hacerles saber que de ninguna manera se permitiría que volvieran a caer en acciones como esa, en contra del Ejército y la Marina ni contra las instituciones establecidas. Las autoridades rompieron el diálogo y se anunció que se aplicaría la ley a los grupos que actuaran fuera de la norma.


La coordinadora de Olinalá, Nestora Salgado García, fue una de las que cayeron en mayores abusos y hasta absurdos, por lo que fue llamada a la Secretaría de Gobierno, donde le exigieron que liberara a las personas que mantenía detenidas, como el síndico procurador de la comuna local, además de jovencitas y otras personas inocentes.


Nestora creyó que su ley era la única válida; retadora y soberbia rechazó las exigencias de la autoridad para que actuara dentro del marco legal y liberara a esas personas indebidamente secuestradas.


No tardó la respuesta oficial y un operativo rápido y conjunto permitió la captura de la comandante rebelde, más dos decenas de sus “agentes”; fueron liberadas las personas que mantenía detenidas y recluidas en malas condiciones.


Se aplicó la ley y ahora enfrenta una delicada situación en una cárcel de máxima seguridad en Tepic, Nayarit, donde sus defensores oficiosos alegan que no tenían por qué enviarla allá, pero es obvio que no podía estar en una cárcel del estado, porque ahí se hubieran dado toda clase de problemas, ya que sus seguidores y los integrantes de otros grupos semejantes harían protestas, plantones y hasta intentos de sacarla del penal por la fuerza. Allá, nadie ha ido a visitarla, si acaso su hija, que comprobó que se le trata bien, que no se le ha torturado, lo que resultaría absurdo.


Unas cuantas personas, que no llegan a una decena, protestan en Seattle, Estados Unidos, para exigir su liberación y piden al gobierno de ese país que intervenga para que la liberen, pero no se dan cuenta que el gobierno de EU es alérgico a personas como Nestora, porque la ven violenta y hasta con pinta de guerrillera.


Hay otros dirigentes que también pueden sentir la acción de la justicia, como el coordinador en Tixtla, Gonzalo Molina González, que con sus seguidores armados asaltaron el palacio municipal, lesionando a varios policías y apropiándose de armas reglamentarias.


Los grupos de autodefensa parecían una buena opción contra la delincuencia, pero sus dirigentes o coordinadores perdieron el sentido de la realidad y se supusieron insurgentes llamados a hacer la revolución en Guerrero y a derrocar a las autoridades legalmente constituidas y en ese sentido son alentados por quienes también se creen reencarnaciones de los guerrilleros guerrerenses que hacen su revolución desde sus escritorios y computadoras.


Poco a poco, pero de manera segura avanza el desmantelamiento de esos grupos de autodefensa, que terminará con su desaparición, porque no supieron entender su papel; sólo prevalecerá la verdadera CRAC que cumple cabalmente con sus objetivos sin tener la intención en convertirse en gobierno de Guerrero como los otros grupos soñaron ilusamente, pero al hacerlo por el camino equivocado de la violencia, terminaron sellando su destino y su extinción como organización.


Su lugar será ocupado por la Policía Rural, que estará integrada por gente de la misma comunidad, como eran las autodefensas, pero con la organización y disciplina de una corporación legal, que no caerá en los excesos ni en los abusos de los grupos que manejaban Nestora y Gonzalo, entre otros. Ellos podrán controlar a la delincuencia que se desplace a sus comunidades.



Del origen y descomposición de los grupos de autodefensa de la UPOEG.

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